¡Hola! Nací y crecí en un pueblo; pero es ahora cuando estoy abrazando la vida de pueblo como nunca pensé que lo haría. La civilización me parece maquillaje y el progreso, una pijada. Cada día me parezco más a Manuel. Los viernes, en la plaza de la iglesia, se reúnen algunos agricultores a vender fruta y verdura. Yo se la compro a El Montaña. Su nombre es José, pero nadie le llama así. El Montaña es un hombre de piel morena y surcos, de manos fuertes y dedos gruesos. Sus lechugas chorrean látex, y tienen bichos y tierra. Las mandarinas van en rama. Los tomates son irregulares. Las manzanas tienen picotazos. «Malditos pájaros», pensará El Montaña.
Boletín 42: El Montaña
¡Hola! Nací y crecí en un pueblo; pero es ahora cuando estoy abrazando la vida de pueblo como nunca pensé que lo haría. La civilización me parece maquillaje y el progreso, una pijada. Cada día me parezco más a Manuel. Los viernes, en la plaza de la iglesia, se reúnen algunos agricultores a vender fruta y verdura. Yo se la compro a El Montaña. Su nombre es José, pero nadie le llama así. El Montaña es un hombre de piel morena y surcos, de manos fuertes y dedos gruesos. Sus lechugas chorrean látex, y tienen bichos y tierra. Las mandarinas van en rama. Los tomates son irregulares. Las manzanas tienen picotazos. «Malditos pájaros», pensará El Montaña.
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